En una ocasión, el filósofo romano Séneca proclamó una frase que aún resuena hoy en día: “ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va”. Los objetivos o las metas son un elemento clave en el coaching, y eso hace que sea muy importante establecerlos bien… pero ¿qué significa bien? ¿Cuáles son las características fundamentales de un objetivo con cara y ojos? Resolveremos esta duda con los objetivos SMART.
La clave se encuentra en el acrónimo: SMART, que en inglés se traduce como “inteligente”, se utiliza como un recurso nemotécnico para recordar las cinco normas principales para formular un objetivo. Cada una de las letras de S.M.A.R.T. identifica uno de los cinco rasgos que configuran un objetivo bien planteado:
Specific (Específico)
En la definición de objetivos es esencial detallar y concretar al máximo, de forma que puede ser útil plantearse sub-objetivos que concreten y refuercen el objetivo principal. Además, es importante especificar en el objetivo aspectos concretos y detalles que no dejen lugar a la especulación.
Measurable (Medible)
El objetivo debe poder ser contabilizado, medido de forma factible. Es uno de los factores más relevantes para la mejora continua, el feedback y el aumento de la calidad, ya que, si no se puede medir el impacto conseguido con un objetivo, ¿cómo se va a saber a ciencia cierta si se alcanzó?
Achievable (Alcanzable)
Los objetivos tienen que ajustarse a la realidad de la persona y de su entorno, en el sweet spot de que supongan un reto a la vez que no contemplan sin unas expectativas poco realistas.
Result-oriented (Orientado a resultados)
Esto es una cuestión de marco de consciencia: si se plantea el objetivo en negativo, la propia meta se convierte en un lastre. Por ejemplo, es más posibilitador decir lograr reuniones operativas que lograr reuniones que no sean tan largas.
Time-limited (Con una fecha límite)
Por último, la meta debe tener un momento concreto de realización, en un futuro y escenario deseable.
Con esto en mente, la construcción de un objetivo SMART a partir de una meta vaga e imprecisa es una cuestión de ir paso a paso. Un ejemplo lo plantea Almudena Colmenar en Los 7 Mejores Ejemplos de Objetivos SMART, en base a la aspiración “¡quiero más clientes!”:
Objetivo sin definir: “Queremos conseguir más clientes”
S: Clientes, facturación
M: Un 15% más de clientes, de 10.000 a 11.500.
A: ¿Es realista? Sí, podemos conseguirlo
R: El objetivo que estamos buscando es expandir nuestra cartera de clientes para abrir una nueva oficina
T: En 12 meses
Objetivo SMART:
“Queremos aumentar nuestra cartera de clientes un 15% (de 10.000 a 11.500) , durante los próximos 12 meses, con objeto de aumentar la facturación para abrir una nueva sucursal”
. . . . . . .
Así es cómo, siguiendo las pautas de concreción y de depuración a partir de una idea global y vaga, se puede llegar a afilar un objetivo. A sacar punta a las intuiciones iniciales y convertirlas, finalmente, en una meta auténticamente SMART.
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