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Conocer el estrés para gestionarlo mejor

Todos experimentamos momentos de estrés a lo largo de la vida y son muchas las causas que lo pueden ocasionar. Se dice que el estrés es la “enfermedad del siglo XXI”, la OMS (Organización Mundial de la Salud) cifra en un 16% las consultas a la atención primaria que están relacionadas con el estrés.

El estrés

El estrés en sí mismo no es un problema, de hecho, es imprescindible para la vida. Se trata de un reflejo natural para permitirnos reaccionar en situaciones de peligro. Es muy sencillo, si no existiera el fenómeno del estrés, la especie humana habría desaparecido, ajena a los peligros, y por tanto incapaz de huir o afrontarlos.

Fases del estrés

Este fenómeno se puede descomponer en tres fases bien diferenciadas:

  • Una primera fase de activación denominada “estrés de alarma” que es cuando nuestro organismo detecta un estímulo, es decir, una situación evaluada por el cerebro como “estresante”. Las hormonas de adrenalina y noradrenalina son liberadas inmediatamente por el cuerpo, provocando un aumento de la frecuencia cardíaca, la presión arterial, el nivel de alerta, la temperatura corporal y la vasodilatación de los vasos en los músculos. Las pupilas también se dilatan. Todos estos cambios tienen como objetivo el de preparar el cuerpo para la lucha o la huida. Luego, una vez desparezca el estímulo, el cuerpo evacuará estas hormonas y eventualmente regresará a su estado de reposo.
  • Si la situación estresante persiste, la segunda etapa se denomina “estrés de resistencia”. Aunque nuestro organismo intenta recuperar un cierto equilibrio, le resulta imposible debido al “peligro percibido”. Se secretan nuevas hormonas, los glucocorticoides: aumentan el nivel de azúcar en la sangre para proporcionar la energía necesaria para los músculos, el corazón y el cerebro, manteniendo allí un suministro constante de glucosa. Sin embargo, el cuerpo se cansa de permanecer demasiado tiempo en este estado. Envía señales que manifiestan su malestar: tortícolis, tensión muscular, problemas en la piel, problemas digestivos, dolores de cabeza…
  • Y finalmente la fase de agotamiento (muy conocido hoy en día como “burnout” en el mundo profesional) si la situación estresante continúa o se intensifica. En este caso, el organismo entra en una fase de agotamiento y los receptores del sistema nervioso central se vuelven menos sensibles a los glucocorticoides. Las diversas dolencias aumentan y empeoran.

El estrés puede derivar en ansiedad, es decir, en una permanente anticipación del peligro, muchas veces imaginario. Los tiempos de “reposo mental” desaparecen entonces por completo, sumergiendo al individuo en un estado de tensión permanente.

Ya sea en el ámbito personal o profesional, los factores estresantes son diversos y numerosos, e incluso con la mejor voluntad y actitud, no siempre es posible evitar situaciones estresantes.

Coaching y estrés

Como facilitador de la toma de conciencia, el coach tiene, por tanto, un papel esencial que desempeñar para permitir que su cliente dé un paso atrás para comprender y analizar la situación en la que se encuentra, para medir la realidad del estímulo estresante percibido y el grado de urgencia para reaccionar, con el fin de poder implementar las acciones correctivas necesarias.

Entre los múltiples beneficios del coaching, destaca una mejor gestión del estrés y de sus posibles consecuencias. Un acompañamiento a la persona que sufre estrés para conocerlo, comprenderlo y así gestionarlo más eficazmente, le será de gran utilidad.

Si quieres saber más, te invitamos a leer nuestro artículo «El estrés, la enfermedad del siglo XXI» y a descubrir los beneficios del mindfulness para combatir el estrés.

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