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Decálogo de una conversación eficaz

De día y de noche. Con mucha gente o de tú a tú. Para tratar asuntos importantes, para dar vueltas a magníficas banalidades e incluso, a veces, porque no soportamos el silencio… en pocas palabras: nos pasamos el día hablando. Sin embargo en esta ocasión, lejos de malgastar saliva digital, nos queremos centrar en lo que concebimos como el sumun de la retórica, en aquello que aporta verdadero valor al ser humano: la conversación eficaz.

Tras exprimir el concepto y buscar los puntos en los que reside realmente esa ansiada eficacia, nos hemos propuesto simplificar el asunto y dar con el decálogo definitivo de una conversación eficaz. Aunque eso sí, ¡somos una escuela de Coaching y lo hacemos a nuestra manera! No te diremos lo que tienes que hacer, pero esperamos que estos consejos te ayuden a encontrar tu camino hacia la comunicación efectiva y valiosa.

¿Qué es la conversación?

Como dijo algún sabio, primero lo primero. La conversación es un baile entre el habla y la escucha, bien lo sabe nuestra directora, y antes de iniciar una conversación eficaz es necesario tener claro que es imposible no comunicar. ¿Qué quiere decir eso? Pues exactamente lo que supones, absolutamente todo lo que hacemos o decimos en una conversación está lanzando información a nuestro interlocutor, y viceversa. Ahora bien, si se te ha pasado por la cabeza la idea de que este bombardeo es equitativo, olvídalo y aprieta el botón de reset.

Palabras, emoción y gestos

“¡Te adoro, Juanita!”, dijo Juan mientras fruncía el ceño y desviaba la mirada.

Que levante la mano quien se haya creído el mensaje de Juan. ¿Nadie más? Sigamos pues, vamos bien encaminados.

Aunque por razones más que obvias sean imprescindibles, las palabras en sí son lo “menos importante” dentro de una conversación eficaz. Tan solo representan el 7% del peso comunicativo, mientras que el tono de voz se lleva un 38% y la corporalidad reina sobre el resto, con un 55% del peso total. ¡Tal y como lo lees! Lo que muchos temen (sobre todo quienes que no llevan la sinceridad por bandera) es lo que impera por naturaleza. El ser humano, de forma inconsciente y primitiva, capta todos los estímulos del emisor y va construyendo y re actualizando constantemente su idea de lo que le están diciendo según esos factores, y con esa jerarquía. Si tu cuerpo miente, tu voz no va a salirse con la suya, aunque si tus palabras mienten, ¡tu cuerpo tiene muchas posibilidades de delatarte!

¿Quién te puede creer cuando comunicas si tu mirada, tu tono de voz y/o tus gestos no respaldan tu mensaje? Por instinto esperamos una coherencia completa en el discurso, y si no la recibimos con la suma de todos los factores, la eficacia se desvanece por completo.

La brecha

Lo que acabas de leer es, ni más ni menos, la llamada brecha comunicativa. Un espacio imaginario y real al mismo tiempo que existe entre el emisor y el receptor, entre lo que el emisor quiere decir y lo que el receptor entiende. Por lo tanto, si tu intención como comunicador es cándida y tu mensaje es veraz, grábate a fuego esta norma: cuanto más claro, directo y conciso sea tu mensaje, más eficaz será la conversación. Vaya, parece que tender puentes comunicativos no era tan complicado al final, ¡qué alivio!

Ahora que hemos aclarado los conceptos, vamos a resumir los temas importantes en apartados tan cotidianos como la vida misma.

Lo que sí vemos, sí oímos e importa

  • Todo en general sin centrarnos en lo particular, el “big picture”. La coherencia entre discurso y la actividad corporal como un pack, podríamos llamarlo “la impresión general que nos causa/que causamos al hablar”.

Lo que no vemos, no oímos pero importa

  • Aquello que construye el discurso, que es tan importante como lo susceptible a los sentidos. Esto es: la planificación previa, la credibilidad de la idea del discurso, la convicción teórica, el orden de las ideas…

Lo que no vemos, sí oímos e importa

  • Además de las palabras, en este apartado se incluyen factores que merecen particular atención. Textura de la voz, melodía, harmonía, tono y ritmo, todo ello en consonancia con el mensaje.

Lo que sí vemos, no oímos e importa

  • El lenguaje no verbal, los gestos, el rostro, los movimientos corporales voluntarios y, sobre todo, los involuntarios. Es decir, todo lo que hace tu cuerpo mientras hablas.

No hay más vuelta de tuerca, y es que el día a día nos revela que la conversación eficaz no es ningún misterio matemático. Tener claro lo que queremos decir y estar seguros de que quien tenemos delante lo está recibiendo correctamente. ¡Simple!


Si quieres dominar el arte de la conversación y empezar a gestionar el cambio de forma eficaz, ¡fórmate en coaching!

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