El pequeño pueblo japonés de Ogimi, en Okinawa, esconde un secreto a la vista de todo el mundo. No es un tesoro hecho de oro ni diamantes, sino de años: sus habitantes son, según las estadísticas, los más longevos del mundo. En los poco más de 60 kilómetros cuadrados que ocupa la localidad se concentra la mayor densidad de personas centenarias del mundo, y diversos autores, al investigar el fenómeno, han llegado a la misma conclusión: la clave debe residir en el ‘ikigai’.
Las palabras sin traducción suelen encerrar significados sorprendentes. A veces son simpáticos, como tartle –en escocés, el momento de vacilación al presentar a alguien de cuyo nombre te has olvidado-, y otras guardan una triste belleza, como viraha, que en hindi hace referencia a descubrir el amor a través de la separación. Dentro de este selecto grupo de palabras secretas se encuentra ikigai: un término japonés que tiene mucho que decir en alcanzar una vida larga y feliz.
La palabra se compone de dos partes: iki, que significa “vida”, y gai, que describe el valor o el mérito. Según el psicólogo y profesor de la Universidad de Toyo Ewia, Akihiro Hasegawa, el origen del término se remonta cientos de años. Gai, según este investigador, derivaría de kai, “conchas”: un elemento marino que en la época se consideraba muy valioso.
Ikigai: el sentido de la vida
Siguiendo la evolución de la palabra, que orilla en la sociedad de hoy en día, encontramos que su significado podría traducirse como “razón de ser”. Como aquella esperanza en la vida cotidiana que te hace seguir adelante con pasión. A la hora de concretarlo, muchos expertos lo dibujan en forma de diagrama de Vern: cuatro círculos que se solapan en cuyo punto de encuentro –el área en común- reside el ikigai.
Estos cuatro grandes espacios representan la pasión, la vocación, la profesión y la misión. Dicho de otro modo, el ikigai se asocia normalmente con el nexo de unión entre aquello que amas, aquello en lo que eres bueno, aquello por lo que te pueden pagar y aquello que necesitas.
Aun así, no conviene caer en la trampa de dejarse abrumar por las implicaciones del término. Mieko Kamiya, autora de Sobre el Ikigai –considerada la obra de referencia sobre el tema-, huye de la grandilocuencia que implica la traducción “propósito de la vida”. En lugar de eso, Kamiya señala que el ikigai está más cerca del seikatsu, que significa “vida cotidiana”.
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