Te encuentras a un conocido por la calle, le saludas con un gesto de cabeza y un apretón de manos. “¿Y qué tal, cómo vas?”, te pregunta. No lo piensas demasiado: “Pues bien, voy tirando…”. Es una situación que vivimos varias veces a la semana y que parece inocente de puro cotidiana, pero esconde una trampa: el poder de las palabras y por tanto, el peligro de las respuestas automáticas.
Con las palabras ocurre algo muy interesante: las usamos tanto que descuidamos su poder. El lenguaje es importante, porque estructura nuestra mente y nuestra visión del mundo. Nuestra realidad, incluso. En palabras del eminente filósofo y Coach Rafael Echeverría, “el lenguaje es, sobre todo, lo que hace de los seres humanos el tipo particular de seres que son, (…) seres que viven en el lenguaje”.
Esto puede sonar teórico o abstracto, pero en realidad va íntimamente ligado a cada una de las palabras que pronunciamos, cada frase con la que explicamos el mundo a los demás o a nosotros mismos. Es decir –volviendo a Echeverría- el lenguaje es generativo, produce él mismo la propia realidad: frases como “os declaro marido y mujer” o “esta persona es inocente” crean un nuevo estado de las cosas de forma evidente. Es precisamente esta cualidad del lenguaje la que entra en juego al considerar las respuestas automáticas.
La historia que me cuento: ¿para qué evitar las respuestas automáticas?
El resumen de lo comentado hasta ahora es sencillo: como hables, pensarás, y como pienses, actuarás. La experta en Desarrollo Personal Ana Vico lo explica así:
“Vuelvo a retomar la frase inicial. Si cuando te preguntan ¿Cómo estás? o ¿Qué tal va todo?, tú respondes Ahí… tirando, o incluso Pfff, tirando que no es poco… ¿Qué energía te queda? ¿Qué emoción te suscita hablar así? Piénsalo conmigo un momento. ¿Realmente es así como te va todo? ¿Toda tu vida actual se resume en que vas tirando? Lo siento, pero no lo creo”
En definitiva, si nuestra respuesta por defecto a una pregunta sobre el estado de nuestra vida es una de apatía, conviene plantearse primero si es así. Si –tras realizar un análisis de nuestra vida- resulta que la vida nos va mejor de lo que esperamos. O si –en efecto- nuestra vida no pasa por los mejores momentos. En cualquier caso, se trata de tomar conciencia de uno mismo y de la propia situación y, desde ahí, tomar decisiones auténticamente libres. Tuyas.
Estas y otras cuestiones son fundamentales en un proceso de coaching
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